Una nueva ciudad



"Parque tercer milenio, campo santo, campo picho, aun no se va el olor de la bareta que allí se fumaba antaño, aun no se va la visión de las habitaciones donde las generaciones se unían bajo el son de una jeringa, una pipa y un encendedor; donde jóvenes y viejos, ricos y pobres habían alcanzado el mismo estado, la misma situación,  habían tocado el mismo fondo. Parque tercer milenio, premonición del futuro, una visión de la Bogotá cosmopolita, donde se vive en la parte bonita del Bronx y en la parte fea de algún pueblo en mitad del desierto Mexicano, una Bogotá de calles limpias y alcantarillados sucios, de policías en las esquinas y ladrones en las otras, de parques grandes y escuelas pequeñas; allí se vivirán vidas de esquina, se dará la vida por una esquina, en la mitad de ese circulo de plástico y billetes verdes importados, de mujeres que ya no son colombianas, mujeres que se producen en masa. Se añorara el asfalto de antaño. Parque tercer milenio, desplazamiento forzado para los que no tenían una casa. Parque tercer milenio, la primera de  las miles de neoliberales-neocancerigenas células de Bogotá." (Castaño. W. 2011)


Una de las mayores problemáticas que ha enfrentado Bogotá y en especial los habitantes de
esta area, desde mediados del siglo XX, es la migración de distintos sectores de la
sociedad. Inicialmente, la historia del barrio Santa Inés no dista de la historia de muchos
barrios en Colombia. Barrios en declive que, con el pasar del tiempo, pierden lustre hasta
convertirse en el reflejo de la falta de humanidad que ofrece la sociedad. Santa Inés era
conocido por ser un sector donde habitaba la clase alta de la sociedad capitalina, durante
esta época se cultivaba la Zantedeschia aethiopica o cartucho, aquella flor blanca y
cilíndrica que daría el nombre a un sector marcado, tiempo después, por el cartucho de las
balas. Después del Bogotazo, en 1948, los habitantes de este sector empezaron a mudarse
hacia los barrios del norte, dando paso en el sector al comercio informal, la delincuencia, la
prostitución y la indigencia. La zona se fue convirtiendo, poco a poco en un centro para
cualquier persona que buscase mantenerse al margen de la legalidad y para los años
sesenta, ya se había amalgamado la infame Calle del Cartucho, lugar en el que microtráfico
capitalino se solidificó y encontró nuevas maneras de lucrarse. Es ahí, sobre el recuerdo del
Barrio Santa Inés que se erigió el Parque Tercer Milenio.
Bajo la primera administración de Enrique Peñalosa, se decidió demoler la Calle del
Cartucho para dar paso a una “Nueva Bogotá”. Su construcción se inició a finales de 1998
con la compra 600 predios, los cuales, fueron demolidos y, tras una inversión de más de
105 mil millones de pesos y el desplazamiento masivo de todas las personas que allí
habitaban, la primera fase del proyecto se entregó en Julio de 2002. El parque cuenta con
16.7 hectáreas, varios parques infantiles, ciclorrutas, escenarios deportivos y un Portal
Interactivo de ETB que ofrece servicio de internet gratuito a personas pertenecientes a los
estratos 1, 2 y 3.

Sin embargo, y casi 20 años después de su construcción, no se han logrado solucionar la
mayoría de los problemas que se buscaban resolver con su construcción, dado que la misma miseria se trasladó unos metros más al sur y que ahora vuelve a tomarse el parque, como
reclamando un espacio que por tradición fue suyo. Tras el desalojo de todos los habitantes
de calle del cartucho; indigentes, inquilinos de las antiguas casonas, narcotraficantes y
dueños de las casas, se vieron enfrentados a una sociedad que ya no estaba dispuesto a
tolerarlos, ni siquiera al margen de su ciudad. La gran mayoría se mudó, ya que vivían en la
calle, a otras calles en el barrio San Bernardo y la localidad de los Mártires conformando la
igualmente desacreditada, Calle del Bronx. Esta calle sufriría el mismo destino que El
Cartucho, teniendo como resultado, el traslado de todos los problemas, cada vez más al sur,
cada vez más apartada del Palacio de Liévano y la Casa de Nariño, cada vez más lejos,
hasta que su mal olor no les llegue más. Poco o nada se han preocupado las
administraciones distritales para dar solución a un problema que más que problema, es un
síntoma de una sociedad mal conformada por no decir malpari** y que persistirá hasta que
se empiece a ver al indigente, al loquito, a la prostituta, al ladrón y al narcotraficante como
un ser humano, como alguien que pertenece a un grupo interdependiente de sujetos que
sueñan y erran, que ni se conocen, pero aun así se odian.

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