De la narración errática de aquel que sabe del miedo que habita en los libros.



¡Si, los escuché! Los escuche desde y hasta el cansancio, hasta que pude entrever aquello que mostraban a medias, como quien se muestra desnudo a través de una persiana. ¡Si! Fue con bastante atención que lo hice. ¿Qué no parecía? Pues así era. No, no fue por cómo, sino qué leyeron. Viendo los gustos de una persona puedes conocer sus miedos y sus demonios, a fin de cuentas, siempre nos va a gustar lo que más tememos, porque es algo que nos cuesta dominar y siempre querremos tener el control. Aunque hoy no vengo a escribir sobre ustedes, quiero escribir sobre gente como ustedes, y a decir verdad, un poco como yo. Tendría que empezar contándoles sobre aquel monje que en su ávida búsqueda de sabiduría ofendió al mismísimo Dios, quien castigó, no solo a él, sino a la humanidad entera haciendo que cada vez que se tomase un libro entre las manos, este tomara un poco de nos y sembrara un poco de sí en remplazo; si, tendría que empezar por eso, pero ya lo hice ¿No? Ahora, Se supone, o al menos, espero que usted, lector, espere que yo enuncie todo un dialogo hermenéutico-ontológico sobre como al recibir aquellos bocados de letras e historias el ser transmuta, pero, de nuevo, en mis ansias me he anticipado a mi escritura.
Debo, entonces, volver a hablar acerca de la viva voz de los muertos que truena en sus gargantas; pero no es que TODOS estén muertos, lo que pasa es que, a lo mejor, murieron un poco al escribir aquellas líneas que hace poco ustedes y yo acabamos de leer. No obstante, no es allá a donde quiero llegar, es solo que me rehúye la prosa entre vericuetos y callejones sin salida; la verdad, es que quiero hablarles del rostro del miedo que heredaron tras echar un primer vistazo a la portada del libro. Saltar a aquella penumbra, poblada de letras y frases, es un acto de fe, y no hay fe sin miedo, sin incertidumbre. Leer y leerle al otro se torna en un acto de pura y dura filantropía, pero no se confundan, es un sacrificio ajeno, uno en el que nos descubrimos develando a ese otro que reside en un libro, que es un tanto nosotros y otro tanto lo que nunca llegaremos a ser.   

Comentarios

  1. Me encanta, como tú, con condescendencia, como me leíste, con respeto, como nos has leído a todos siempre.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares